El Tibidabo
La venida de Don Bosco a Barcelona propició que sus devotos salesianos decidieran dedicar la cima del emblemático Tibidabo al culto del Sagrado Corazón. Contribuyó decisivamente a ello Dorotea de Chopitea, siempre tan dadivosa en todo lo relativo a cuestiones de Iglesia. Y de ahí que ya el 3 de julio de 1886 fuera inaugurada en lo más alto una ermita. Dos años más tarde se hincó de rodillas la reina regente María Cristina, que en el mes de mayo había rendido visita a la ciudad con motivo de la Exposición Internacional. El alcalde Rius i Taulet había aprovechado el acontecimiento para poner en pie a su vera un pabellón de madera para albergar tan regia presencia y para construir la carretera de la Arrabassada.
El doctor Salvador Andreu, popularmente conocido como «el pastilletes» en razón del eficaz medicamento antitusígeno que fabricaba su laboratorio farmacéutico, acariciaba el ambicioso proyecto de convertir aquella cumbre en un parque de atracciones que aprovechara una panorámica tan fascinadora. En 1899 logró formar a tal efecto una sociedad anónima.
Y ya en 1901 funcionaban el Tramvia Blau (Tranvía Azul) y también un funicular que fue el primero de España. Al propio tiempo había acordado con los salesianos donarles seis mil metros cuadrados para que pudieran construir un gran templo que iba a tener la condición de expiatorio. La primera piedra fue colocada el 28 de diciembre de 1902. Lo proyectó el arquitecto Sagnier.
La primera gran atracción fue el ferrocarril aéreo, que comenzó a divertir a los visitantes en 1915. Pero entre tanto ya proliferaban otras instalaciones, como un lujoso café y restaurante modernista o una rotunda torre de aguas debida al arquitecto Amargós e inspirada en el citado estilo. Y hasta un casino. El mecenas Fabra había donado el Observatorio. Ni qué decir tiene que el lugar enseguida atrajo la visita de las más variadas personalidades, que se confesaban encantadas de los atractivos que en tan poco espacio se arracimaban.
En lo que concierne a la obra de Sagnier, la construcción marchaba a muy buen ritmo. En 1934 estaba ya lista la gran escultura en bronce del Sagrado Corazón. Pero al estallar la guerra incivil fue destruida. La nueva imagen, esculpida por Marès, coronó finalmente el templo en 1961.