Este bloque de viviendas ofrece una perspectiva abierta a dos de las vías más importantes del centro de la ciudad, la Diagonal y el paseo de Gràcia; por eso, sin querer exagerar su singularidad, la fachada está especialmente cuidada, con una composición sobria pero en la que la visión de los sillares de piedra abujardada revela una intención monumental. El trozo de fachada que da al paseo de Gràcia, atendiendo quizás al carácter más señorial de esta vía, presenta un tratamiento singularizado, con diferentes repertorios de aberturas triples abiertas en un muro de piedra lisa. El piso principal, como era habitual, albergaba la vivienda más importante, como lo manifiestan la tribuna de base circular y la densidad ornamental.

En este edificio Sagnier ya empieza a distanciarse de la suavidad decorativa de la década anterior y se orienta hacia el clasicismo que impregnará su obra más tardía, visible en las columnas de la tribuna y de los ventanales del principal, en el repertorio ornamental de los elementos de cerrajería o en la decoración de mosaico limitada a las aberturas del piso de los propietarios. Prácticamente todos los elementos de este edificio representan una novedad en el repertorio formal del arquitecto y están esmeradamente diseñados y muy bien ejecutados, pero no volvió a utilizarlos en las construcciones sucesivas.

El edificio fue objeto de una ampliación en la que se añadieron los dos pisos superiores, aunque de un modo respetuoso que no rompe la coherencia del conjunto. También se ha modificado la planta baja, con lo que se han perdido algunas aberturas originales.